Ahora Pueblo Mágico, la antigua capital del imperio Purhépecha se localiza a aprox. 15 minutos de Pátzcuaro por la ruta que se mencionó anteriormente. Su nombre significa “lugar de colibríes” y se relaciona con el sonido que dichas aves provocan con el batir de sus alas.
Esta antigua ciudad recibía tributo de 122 remotos poblados durante la época de esplendor del imperio, que también contaba con un ejército de 250,000 guerreros y fungía como importante centro religioso que se presume fue fundado en el siglo XI.
Los Purhépechas conformaban un pueblo profundamente guerrero y religioso, creían firmemente en la vida después de la muerte y al igual que los egipcios, cuando un personaje importante fallecía, sus ciervos tenían que morir y ser enterrados junto a su amo para seguir a su servicio en el otro mundo. De igual modo, todos los prisioneros hechos en el campo de batalla tenían a elegir entre dos opciones: la esclavitud de por vida o una digna muerte.
Para tal efecto, se utilizaba una piedra de sacrificios que aún puede verse en el lado este de la explanada principal. Los cuerpos ya sin vida eran arrojados a la colina y ahí permanecían hasta su desintegración natural.
A la llegada de los españoles y el comienzo de la evangelización entre los indígenas de esta región, era muy problemático dar cabida a tanta gente en la pequeña iglesia franciscana, además de que los indígenas se rehusaban a entrar, por lo que para facilitar las tareas de la enseñanza de la nueva religión y el bautismo en la Fe, se recurrió a la creación de las “capillas abiertas”, llamadas así por ser éstas altares al aire libre en grandes espacios abiertos, donde ante un grupo numeroso de espectadores se realizaban los llamados “autos sacramentales” que a su vez consistían en la representación por parte de los religiosos de pasajes de la Biblia, con el fin de facilitar su aprendizaje entre los nativos. También contaban estos lugares con fuentes bautismales, en las que se sumergía de cuerpo entero a los nuevos católicos. Precisamente en Tzintzuntzan se encuentra la primera capilla abierta de América, ninguna descripción vale la pena si usted no la visita para apreciarla.
La producción artesanal de esta ciudad incluye loza y copias de alfarería prehispánica realizada en barro rojo bruñido o decorada al pincel en color blanco, loza de barro ahumado y bruñido, loza vidriada blanca decoradas con motivos regionales, loza vidriada verde engrifada y decorada con pincel, tejidos en tule y chúspata como petates en forma de estrella, figuras de animales, cestos, lámparas, en panikua hay adornos navideños o diseños tradicionales y también es posible encontrar bordados sobre mantas de algodón representando deidades antiguas o motivos Purhépechas.
Otro aspecto característico de la legendaria capital Purhépecha (y toda la región lacustre) es sin duda la celebración del místico, mágico e imponente “día de los muertos”, que comienza la noche del primero de noviembre.
Cuenta la tradición que en esta noche, las almas de los que han muerto regresan para convivir con los vivos, por lo que las casas y los cementerios son colmados de velas, ofrendas, altares y deliciosa comida en honor de los seres queridos, saturando la atmósfera de tradición, veneración y nostalgia. Durante esa noche se acude al cementerio a orar y a recordar anécdotas y gustos de quienes ya no están en el mundo físico.
Es tal el impacto que esta celebración pagano-religiosa causa en los visitantes, que se ha hecho famosa en el mundo entero, por lo que si usted desea asistir, le aconsejamos hacer reservaciones con bastante anticipación y llegado el día, acatar todas las recomendaciones y observar o participar respetuosamente en esta ceremonia.