Conocer la última gran capital del imperio Purépecha que se desarrolló paralelo al azteca, y lograron resistir los intentos de conquista de los mexica, los Tarascos, como también fueron conocidos alcanzaron un refinamiento social equiparable al de sus belicosos vecinos que vivían en Tenochtitlan. Desde Tzintzuntzan se controlaba la vida política, económica y religiosa de esta civilización, el lugar también es conocido como Las Yácatas, que son estructuras piramidales redondeadas sobre una gran plataforma y de las que aún se conservan cinco.
Al igual que la gran México-Tenochtitlan, la capital tarasca estaba ligada geográficamente a un lago, el mítico lago de Pátzcuaro, poseedor de una belleza sólo equiparable a sus similares lagos de la zona central del país. Ambos lagos fueron generosos surtidores no sólo del preciado líquido sino también de abundante fauna acuática comestible, entre la que se encuentra el exquisito y tradicional pescado blanco. En su mejor época, los antiguos dominios tarascos se extendieron desde las pétreas y bizarras riberas del río Lerma al norte, hasta las tórridas y cantarinas aguas del río Balsas al sur. Un gigantesco dominio de más de 75 mil km2, cuyo centro neurálgico era la eufónica Tzintzuntzan, su altiva capital, la que de hecho nunca sufrió una derrota militar. Pero si nos atenemos al Códice Plancarte, el límite más septentrional del imperio tarasco pudo llegar hasta el país de los zuñi, la zona del bisonte o “toroscíbolo”, en la mítica región de Cíbola, en lo que hoy es Nuevo México, Estados Unidos.