Don Vasco de Quiroga fue sin duda alguna el personaje más importante e influyente para la historia de Pátzcuaro a principios de la época colonial. Nació en la villa Madrigal de las Altas Torres en España. Fue instruido como abogado. Este hombre sabio y dedicado llegó a la Nueva España en el año 1531, a la edad de 60 años y como miembro de la segunda Audiencia, un cuerpo administrativo y judicial enviado por la corona para gobernar la colonia. Dicho grupo fue comisionado para organizar el territorio y reparar el daño hecho por la primera Audiencia, presidida por el inescrupuloso Nuño de Guzmán, quien fue capaz de utilizarla para obtener el poder y control que luego aplicó en su beneficio personal. Fueron las noticias de la llegada de la segunda Audiencia las que provocaron la brutal estampida de Guzmán hacia lo que ahora es Michoacán.

Dos años después de su llegada, en 1533, don Vasco de Quiroga organizó su primer pueblo experimental llamado Santa Fe de México, nombrado así por su ubicación cerca de la ciudad capital. En ese mismo año fundó otro en la ribera del Lago de Pátzcuaro y lo llamó Santa Fe de la Laguna, lugar que puede ser visitado y admirado aún en la actualidad. Posteriormente fundó los hospitales de Tzintzuntzan, Pátzcuaro, Uruapan, Acámbaro y Cuitzeo. Este tipo de comunidades fueron esencialmente centros para peregrinos provenientes de otros lugares del país

Siguiendo su nombramiento como el primer Obispo de Michoacán, hacia 1538, don Vasco tuvo la oportunidad de llevar a cabo plenamente sus intenciones de rehabilitar a los Purhépechas y elevar sus niveles de vida y cuidados. Sus planes incluían el reforzar las comunidades, en las cuales la tierra pertenecía a todos y cada familia tenía su propia vivienda y parcela privados. La labor en los campos y granjas comunales se realizaba de manera rotatoria, lo que permitía a los indígenas ser autosuficientes y a la vez tener tiempo libre para recibir instrucción y práctica espiritual, también para trabajar en industrias especializadas, a través de las cuales podían negociar mutuamente.

Así, don Vasco – luego mejor conocido cariñosamente entre los nativos como “tata” (papá) Vasco – continuó estimulando a los desmoralizados Purhépechas para formar comunidades y desarrollar diferentes actividades en cada una. No pasó mucho tiempo antes de que cada población se dedicara a un determinado producto o artesanía, enriqueciendo algunas de las técnicas introducidas por “tata” Vasco con las propias técnicas prehispánicas y viceversa. Aún ahora y a través de los siglos es posible admirar el policromado de las lacas de Uruapan (cuya técnica es prehispánica), escuchar el rítmico golpear de los marros que forjan el cobre en Santa Clara (hoy Villa Escalante). Es más: en algunos de los comedores más elegantes de nuestro país y del extranjero se sirven las viandas en la finísima loza de Patamban y los excelentes trabajos que se realizan en madera y cerámica dan vida a la decoración de miles de hogares en muchos lugares del mundo.Don Vasco de Quiroga murió en la ciudad de Pátzcuaro el 14 de marzo de 1565 a la edad de 95 años, con lo que se cerró uno de los más importantes capítulos de la historia de Michoacán, pues a su muerte la sede de la diócesis fue transferida a Valladolid, ciudad favorecida por los virreyes para convertirse en la nueva capital de la provincia.

Sus restos descansan ahora en la Basílica de la Virgen de la Salud, que el mismo fundó en Pátzcuaro. Según la creencia de los naturales de la región, el espíritu de “tata” Vasco aún se percibe por los lagos, valles y montañas de esta tierra que tanto amó.

Ha habido pocas personas a través del tiempo que hayan logrado tanto en lo que pudiéramos llamar el “ocaso” de la vida. La veneración que el pueblo Purhépecha prodiga a don Vasco hace de él mucho más que una figura del pasado histórico. Su memorable ejemplo, las instituciones, especialidades y comercio que él creó aún persisten y se han enriquecido de diferentes maneras, lo que hace de este hombre, alguien fuera de lo común, que forma parte de un vivo presente.