Dirección
Santiago Tapia S/N, Centro, 58000 Morelia, Michoacán México.
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19.704864641305, -101.19500935078
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En el centro de Morelia, este templo es el único con campanario y no con torre. Es una maravillosa joya barroca con retablos de madera simbólicos de la vocación por la música. Es una maravillosa joya barroca con retablos de madera simbólicos de la vocación por la música.
Tras desentrañar cada espacio del templo y del Conservatorio de las Rosas, dos de las fincas virreinales más hermosas y significativas de Morelia, la antigua Valladolid, se antoja sentarse en una banca para consultar el libro de la historia y transportarse hasta las horas del siglo XVI, cuando las callejuelas olían a conquista, a evangelización, a trazo de ciudad.
Fue en aquellos días, los de postrimerías de la decimosexta centuria, cuando ellas, las monjas dominicas, llegaron a la ciudad y decidieron refugiarse en uno de los rincones más alejados de la misma, hasta que 202 años después de la fundación de Valladolid, exactamente en 1743, se emprendieron trabajos en la construcción de un templo de estilo barroco, en cuyo interior fueron colocados tres retablos dorados. Estos, los retablos, conservan su complejo estilo barroco y churrigueresco.
El templo fue construido bajo instrucciones del obispo Martín de Elizacoechea, donde originalmente se encontraba el primer convento de las monjas dominicas, que por cierto fue fundado en 1590 y abandonado por sus moradoras durante el primer tercio del siglo XVIII, ya que el inmueble estaba totalmente deteriorado, destinándose el recinto en colegio para niñas. Así se creó el Colegio de Santa Rosa de Santa María.
De fachada doble o pareada por corresponder, en su época, a un convento de monjas, el templo de estilo barroco exhibe una serie de tableros tallados en cantera muy próximos a los portones y ventanales, junto con imágenes como la de Santo Domingo que permanece sobre el contrafuerte central.
El templo de Santa Rosa de Lima que después de la catedral barroca de Morelia, es el recinto religioso de la antigua Valladolid con mayor número de elementos escultóricos.
Los relieves de la magnífica fachada representan a la Sagrada Familia, que permanece sobre la puerta derecha, mientras en la parte izquierda, cerca del otro portón de madera, se encuentra el de la comunidad dominica, con Santa Rosa, a quien está dedicado el templo, en la parte central. Santo Tomás de Aquino figura en el tablero con el sol de la verdad en el pecho y la paloma del Espíritu Santo.
En la misma fachada doble, correspondiente a los años 1746 y 1756, resaltan Dios padre, el Espíritu Santo y Cristo, formando así la Santísima Trinidad. Igualmente, existen cuatro medallones que representan, por parejas, a San Fermín y San Francisco Javier, evangelizadores y mártires de la Iglesia Católica, y a San Martín de León y Santa Teresa, escritor y predicador el primero y la segunda, en tanto, escritora y mística reformadora.
Con tales detalles, la doble portada del templo exhibe su estilo barroco. Hay dos portones, un par de cubos que fungen como ventanas y relieves tallados en la cantera durante la época virreinal.
Ambos portones de madera presentan tableros que el aire, la lluvia, el sol y las centurias se han empeñado en deformar y que, no obstante, conservan rasgos de los hombres-vegetal de añejo linaje medieval.
En el interior existen tres tableros soberbios de un dorado que cautiva la atención, dos bajo la imponente cúpula, precisamente los dedicados a San Juan Nepomuceno y a la Virgen con otras santas. Un retablo se encuentra frente a otro y si uno ostenta la santidad masculina, el otro, en cambio, lo hace con la femenina.
Dos retablos laterales de un exquisito dorado anteceden al mayor, el central, que contiene obispos, predicadores y monjas de innegable santidad, acompañados de la Santísima Trinidad y la Virgen de Guadalupe, patrona de los católicos mexicanos.
Figuran en el retablo central la Santísima Trinidad, la Virgen de Guadalupe, Santa Catalina de Sena, Santa Teresa de Jesús, San Fermín, Santa Rosa de Lima, San Martín, San Francisco Xavier, San Francisco de Borja y el manifestador.
Antecede al altar principal un barandal con figuras de querubines. Están por pares. En medio de cada pareja de querubines se encuentra un cáliz con una hostia, mientras en la parte superior de los mismos cuelgan uvas y hojas de vid.
En el otro extremo del altar central, casi adyacente al par de portones, se encuentra el coro sobre una arcada y la pesada reja de herraje forjado que en la Colonia mantenía aisladas a las monjas, quienes participaban en las ceremonias litúrgicas sin ser observadas por los feligreses de entonces.
Cuando uno asoma por la pesada reja de hierro forjado y mira el espacio desolado y lóbrego que otrora ocuparon las monjas, parece como si percibiera su presencia; pero aparecen entre las sombras no las siluetas de aquellas mujeres atrapadas en hábitos oscuros y pesados, sino una colección de lienzos coloniales. El recinto ofrece una rica pinacoteca.
Entre el barandal que antecede al altar central y el coro, casi contiguos al vetusto púlpito de madera y al retablo lateral, el enorme muro del templo muestra pórticos que rematan con ventanas protegidas por rejas de hierro forjado, desde donde uno descubre pequeños recintos que actualmente resguardan algunas imágenes sacras.
Cada ventana está dentro de un pórtico. Marcos de piedra sujetan las rejas. Rodean a las ventanas, detalles decorativos como hojas pintadas en el muro. Todos los elementos arquitectónicos y decorativos indican que en las horas coloniales se trataba de confesionarios. Comunican al antiguo Colegio de Niñas de Santa Rosa de Santa María, considerado el primer conservatorio de América.
La caminata de las horas transcurre y uno, embelesado, orienta la atención a los lienzos, las imágenes sacras, los querubines y los detalles tallados en los retablos dorados, hasta que los susurros de la historia distraen la atención y recuerdan que las celdas, los rincones y las arcadas que hoy forman el Conservatorio de las Rosas, un día de antaño, en horas del Virreinato, fue Colegio de Niñas de Santa Rosa de Santa María. Fue construido en el predio que antiguamente ocuparon las monjas catarinas, quienes se mudaron del lugar en 1738.
La institución funcionó en el claustro y contó, adicionalmente, con escuela de música. Las internas, en su mayoría niñas españolas, pobres y huérfanas, junto con algunas viudas, asistían a clases de canto sacro.
Si la fachada barroca del templo es una de las más artísticas, bellas y soberbias de la antigua Valladolid, hoy Morelia, el rostro exterior del Conservatorio de las Rosas, otrora Colegio de Niñas de Santa Rosa de Santa María, es totalmente sobrio, ya que en la planta baja solamente presenta el pórtico de acceso y contadas ventanas, como si se tratara de una fortaleza, mientras en la parte superior, que fue terraza, existen tres secciones de arquerías que dan a la finca una imagen muy singular.
Al recorrer el claustro, entre la arquería y los lavaderos labrados en cantera, acude a la memoria la imagen del Colegio de Niñas de Santa Rosa de Santa María, inmueble que había pertenecido al convento dominico de Santa Catalina de Siena, cuya actividad musical, en ambos casos, ha propiciado que se le considere el antecedente más remoto del Conservatorio de las Rosas.
Fundado en 1743, el Colegio de Niñas de Santa Rosa de Santa María funcionó hasta los días de 1870, fecha en que fue clausurado de manera definitiva tras casi una década de dificultades; sin embargo, los especialistas lo consideran el antecedente y el inicio de lo que han catalogado como el conservatorio más antiguo de América.
Igual que las gotas de lluvia que se han acumulado entre las baldosas, las notas musicales se disgregan por los corredores y rincones del Conservatorio de las Rosas. Se desvanecen con las horas del atardecer cual suspiro fugaz y postrero, al mismo tiempo que uno cierra las aldabas de la historia y los recuerdos.